La oración y la fe
Autor: José Enrique Anaya Degollado
Autor: José Enrique Anaya Degollado
La fe es una realidad invisible que no podemos dejar de lado en nuestra vida. Una realidad que parece ser oscurecida por la ciencia, la tecnología o simplemente, por el sinfín de actividades diarias.
Cuando desconocemos algo, no lo podemos valorar. Y cuando algo no se valora, se deja en el olvido y acaba por perderse. La fe es un regalo de Dios. No es un dilema por solucionar, sino un don que hay que descubrir, y así poderlo vivir día a día.
¿Qué es la Fe? ¿Un conjunto de creencias religiosas? ¿Unos mandamientos que hay que cumplir para ser buenos? ¿Una serie de actos piadosos? Sin negar la importancia de lo religioso, moral y piadoso; la fe es algo que sobrepasa todo esto. Es conocer a Alguien. Alguien real, simple, profundo y sublime.
Dice el Papa Benedicto XVI: "No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva" (Deus caritas est, 1). Así de simple es nuestra fe. Desde que Dios se hizo hombre, la vida no es la misma. Hay algo más. Hay una experiencia genial por vivir. Dios ha venido a nosotros y se ha hecho el encontradizo.
El encuentro con Dios se realiza en la oración, en los sacramentos y en toda circunstancia si por la fe descubrimos su Presencia. La fe nos permite percibir lo invisible. Por la oración podemos entrar en contacto real con Dios. La oración y la fe nos unen estrechamente a Dios. La oración alimenta nuestra fe y le da madurez. Una madurez que nos ayuda a comprender el verdadero sentido de la vida.
La fe es como un bonsái que hay que cuidar y regar todos los días. Es como el oxígeno para nuestros pulmones. Es como el aliento de nuestra dimensión espiritual. La fe es la vida eterna de nuestra alma. Ni en el yoga, ni en los horóscopos, ni en el espiritismo, ni en la ciencia o tecnología… se madura en la fe, sino en la oración, en ese encuentro real y personal con Alguien que nos ama hasta el extremo: Jesús.
Cuando desconocemos algo, no lo podemos valorar. Y cuando algo no se valora, se deja en el olvido y acaba por perderse. La fe es un regalo de Dios. No es un dilema por solucionar, sino un don que hay que descubrir, y así poderlo vivir día a día.
¿Qué es la Fe? ¿Un conjunto de creencias religiosas? ¿Unos mandamientos que hay que cumplir para ser buenos? ¿Una serie de actos piadosos? Sin negar la importancia de lo religioso, moral y piadoso; la fe es algo que sobrepasa todo esto. Es conocer a Alguien. Alguien real, simple, profundo y sublime.
Dice el Papa Benedicto XVI: "No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva" (Deus caritas est, 1). Así de simple es nuestra fe. Desde que Dios se hizo hombre, la vida no es la misma. Hay algo más. Hay una experiencia genial por vivir. Dios ha venido a nosotros y se ha hecho el encontradizo.
El encuentro con Dios se realiza en la oración, en los sacramentos y en toda circunstancia si por la fe descubrimos su Presencia. La fe nos permite percibir lo invisible. Por la oración podemos entrar en contacto real con Dios. La oración y la fe nos unen estrechamente a Dios. La oración alimenta nuestra fe y le da madurez. Una madurez que nos ayuda a comprender el verdadero sentido de la vida.
La fe es como un bonsái que hay que cuidar y regar todos los días. Es como el oxígeno para nuestros pulmones. Es como el aliento de nuestra dimensión espiritual. La fe es la vida eterna de nuestra alma. Ni en el yoga, ni en los horóscopos, ni en el espiritismo, ni en la ciencia o tecnología… se madura en la fe, sino en la oración, en ese encuentro real y personal con Alguien que nos ama hasta el extremo: Jesús.
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