Andrés era un pescador de la vida de Betsaida. Al igual que otros israelitas de su época, vivía muy sensibilizado ante los persistentes rumores de una próxima venida del Mesías a Israel.
En ese mismo contexto socio-religioso, ya había aparecido Juan Bautista, predicando el bautismo de conversión para el perdón de los pecados.
“Estando Andrés y Juan de Betsaida en compañía de su maestro, el Bautista, éste al ver pasar a Jesús, aprovechó el momento y les dijo: éste es el cordero de Dios. Sigue contando el Evangelio de Juan que les dijo: ¿qué buscan? Ellos le respondieron: Rabi, ¿dónde vives? Él les dijo: vengan y vean. Fueron, vieron donde vivía y permanecieron con el aquel día. Andrés era uno de los dos que habían oído a Juan y se había ido con Jesús”. Juan 1:37-40.
Durante tres años sigue a Jesús y convive íntimamente con él y el grupo de los apóstoles.
En el relato de la multiplicación de los panes y los peces (Juan 6:1), es Andrés el que dice Jesús: “aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos veces. Pero ¿qué es esto para tantos?“, se pregunta.
San Andrés fue el primero llamado por Jesús. Su disposición personal nos recuerda que lo más importante en la vida de todo hombre es armonizar el duro trabajo de cada día con la búsqueda seria y responsable de la liberación integral, que sólo el Dios de la fe, un Dios-Padre, puede darnos.
Sin abandonar su actividad, supo integrarse en el círculo de los discípulos del Bautista y preparar su corazón para escuchar la verdadera voz del único Maestro, quien invitó a seguirle y ver dónde moraba
Jesús nos llama a cada bautizado para estar con El y ser sus amigos. Sigue contando con nosotros, a pesar de que tengamos tiempo para todo menos para El. Su amistad nos ofrece la paz y la alegría de todos estamos necesitando. Sólo él es el amigo que no falla. En nuestro trabajo habitual debemos incorporar el gozoso trabajo de buscar a Dios.
Textos Bíblicos: Romanos 10:9-18; Mateo 4:18-22.
5 minutos de oración en el hogar
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