El don de saber compartir.

Parábola del diamante

Un monje andariego se encontró, en uno de sus viajes, una piedra preciosa, y la guardó en su talega. Un día se encontró con una viajero y al abrir su talega para compartir con él sus provisiones, el viajero vio la joya y se la pidió. El monje se la dio sin más. El viajero le dio las gracias y marchó lleno de gozo con aquel regalo inesperado de la piedra preciosa que bastaría para darle riquezas y seguridad todo el resto de sus días. Sin embargo, pocos días después volvió en busca del monje mendicante, lo encontró, le devolvió la joya y le suplicó: "Ahora te ruego que me des algo de mucho más valor que esta joya, valiosa como es. Dame, por favor, lo que te permitió dármela a mí".

Reflexión

Oración (a dos coros)

Dios podrá ser para ti un oasis,
sólo cuando crees las condiciones apropiadas. 
Serenidad y grandes deseos, 
sencillez y desprendimiento. 
Cuando estés libre de todos los afanes sin sentido. 
Para acercarte a Dios
para entrar en Él como en un oasis,
tienes que estar dispuesto 
a desprenderte de todo. 
Desprenderse de todo
no significa que hayamos 
de cerrar los ojos y los sentidos 
a las cosas bellas y buenas,
a las sorpresas, a las maravillas 
y al milagro mismo que es el mundo.
Precisamente lo contrario.
Desprendiéndose uno de las cosas aprende 
a ver mejor y con mayor claridad.
Cuando se queda uno aferrado a cualquier sitio,
se limita y el horizonte se encoge. 
Nadie puede disfrutar más de las cosas 
que quien se ha desasido de ellas 
y, como una mariposa, va de visita por la tierra. 

* Señor, andamos como perdidos  entre tantas cosas. Enséñanos a desprendernos de lo que nos estorba, a repartir lo que no necesitamos,  a compartir las cosas necesarias. - Ayúdanos a usar bien las cosas, sin empobrecer a los otros, sin degradar la naturaleza,  sin poner en ellas el corazón ni la esperanza,  para que no seamos consumidores  sino vivientes, creyentes,  hermanos de todos los hombres; pues tú, Señor, eres el Padre de todos.