Frutos de la oración
La oración, al igual que el labrador, ara el campo de nuestro corazón y lo capacita para la recepción de las influencias celestiales y para la producción de frutos abundantes de virtudes y perfeccionamiento. Ella atrae sobre nosotros la gracia del Espíritu Santo y con ello fortifica en nosotros la fe, la esperanza y el amor. Ella ilumina la razón, fortifica la voluntad para las buenas intenciones, consuela el corazón en tiempos de pena. Con una palabra, por intermedio de la oración nos llega todo aquello que sirve para nuestro verdadero bien.
La oración, "aliento del alma" según los santos padres, es un gran bien para el hombre. "El don de la oración," o sea el Saber orar, concentradamente y con todo el corazón, es uno de los más preciados dones espirituales. El Señor misericordioso otorga esta capacidad al hombre, en premio por su trabajo de oración.


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