Es posible que cuerpos de difuntos puedan conservarse lozanos y frescos tras siglos? Contrariando las leyes naturales y triunfando sobre los elementos, la incorruptibilidad de los restos mortales es una gloria más de la Iglesia. Ni antes ni fuera de ella se da este prodigo que desafía toda ciencia. Un informe exhaustivo sobre el tema nos introduce en esta apasionante nota de la veracidad de nuestra fe. Hablar sobre la muerte, aún en el caso de los santos, trae consigo la carga del disgusto de una sociedad que se niega a meditar en la misma. También sabemos que al batallón de escépticos del mundo, se suman desgraciadamente aquellas almas de poca fe que se niegan a admitir la existencia de los prodigios que estamos a punto de tratar. Y es que, el ojo de la visión sobrenatural se ha cerrado en esta época, dejando abierto únicamente el naturalista, que ve contradicción en donde sólo hay un enriquecedor y bellísimo complemento. Pero – preguntarán comprensiblemente muchos fieles creyentes: ¿Acaso no estamos contradiciendo la frase bíblica proferida por Dios: "Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella has sido tomado; ya que polvo eres y al polvo volverás"? (Gen. 3,19). A ellos respondemos, anticipando lo que las maravillas que relataremos demostrarán en los hechos, que al castigo de la separación del alma y el cuerpo que nos fuera impuesto a partir del pecado original, y que siempre se cumple, ha querido Dios dar el don sobrenatural de la preservación que desafía las leyes naturales en algunos casos de probada santidad, con motivo de robustecer nuestra fe y engrandecer la memoria de ese modelo de fe, como otras formas ha tenido su divina inventiva para con distintos santos. Para dar a este tema el lugar que se merece, hemos querido mostrar a los incrédulos lo infundado de sus objeciones y el valor inmenso de este milagro tan poco apreciado hoy en día. Y para dar cuerpo a una cuestión tan poco profundizada y tan silenciada en el presente, hemos incluido una buena cantidad de casos que, por la gracia de Dios, han llegado a nuestro conocimiento. Esperamos que esta materia tan poco frecuente pueda ser conocida y rescatada de los antiguos arcones del patrimonio católico que, como piedras vivas de la Iglesia, tenemos la gracia de poseer. Dios es todopoderoso, y nosotros somos sus hijos, ¿puede haber razón de desconfianza respecto a los dones que ha querido otorgarnos? Para entrar en el tema, se hace importante mencionar que la preservación de los cuerpos tras la muerte puede ser clasificada de tres formas, según la manera en que alcanzó dicha conservación: hablamos de los cuerpos preservados deliberadamente, los preservados accidentalmente, y los incorruptibles. Los que fueron preservados accidental o naturalmente son encontrados desde bastante antes de los tiempos de los faraones egipcios, cuando el arte del embalsamamiento produjo por primera vez momias deliberadamente, que han sobrevivido por alrededor de cinco mil años. Se entiende por momia a todo cadáver bien conservado, en el cual se observan presentes tejidos blandos, músculos, cabellos, piel, etc. La palabra ‘momia’ es originaria de Persia y deriva de la palabra ‘mummeia’ o ‘mum’, que significa asfalto o piche, sustancia empleada para tratar los cuerpos. Con el transcurso del tiempo la palabra momia pasó a designar a los cuerpos tratados con dichas sustancias, perdiendo su significado original. Los incorruptibles, a diferencia de los anteriores, han existido sólo desde los tempranos días de la cristiandad. Su preservación desde aquellos tiempos ha desafiado la tozudez de escépticos y contradicho las leyes de la naturaleza, para la consternación de muchos admirados científicos de sucesivas generaciones. Lo cierto es que la incorruptibilidad es la única forma de preservación que no obedece a ninguna ley, porque no depende ni de la forma, ni de la temperatura, ni del lugar del entierro. Estos cuerpos ni siquiera se ven afectados por el tiempo esperado para el entierro tras la muerte, ni por la humedad de las tumbas, ni por la falta de cuidados que hubo en algunos casos, ni por los frecuentes traslados, por estar cubiertos con cal viva, o por su proximidad con cuerpos en descomposición, todos elementos provocadores de la putrefacción. La gran mayoría nunca fueron embalsamados o tratados de ninguna forma, y muchos se encuentran casi iguales a cuando estaban vivos, con gran flexibilidad, y un suave aroma que desprenden de sus cuerpos por años y años después de su muerte, haciendo una diferencia radical con las otras dos clasificaciones de preservación antes mencionadas, en cuyos casos sin excepción fueron encontrados decolorados y esqueléticos. El misterio de la preservación va también de la mano de fenómenos tales como la preservación de la sangre, o la emanación de suaves aceites aromáticos que – casi se hace innecesario decir – jamás se han encontrado en los preservados deliberada o accidentalmente. Para no dejar lugar a la duda y poder apreciar mejor este maravilloso hecho, altamente misterioso y en la mayor parte de los casos, repletos de aspectos milagrosos, es de gran importancia que examinemos, aunque brevemente, los métodos empleados en la preservación deliberada de cuerpos desde los tiempos antiguos hasta los tiempos modernos, y las condiciones que favorecen la preservación accidental o natural de restos humanos. |
Los cuerpos de los santos mártires y otros que viven ahora con Cristo, cuerpos que eran sus miembros y templos del Espíritu Santo, que un día se levantarán por Él y serán glorificados en la vida eterna, pueden ser venerados por los creyentes. Dios da muchos beneficios a los hombres a través de ellos (Concilio de Trento) |


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