SER FRAGANCIA DE CRISTO EN EL MUNDO


"FRAGANCIAS DE CRISTO"

SER FRAGANCIAS DE CRISTO ES ESPARCIR SU FRAGANCIAS DONDE ESTÉS
EN EL LUGAR QUE TE ENCUENTRES CASA,TRABAJO, IGLESIA ,COLEGIO ,EN FACE,
EN TU RED SOCIAL FAVORITA DANDO
TESTIMONIO DE SU PRESENCIA EN TI
¿QUIERES SER TU FRAGANCIAS DE CRISTO?

A TODOS LOS QUE NOS DEJAN ENTRAR EN SU CORAZON
MUCHA PAZ Y AMOR .GRACIAS A LOS AMIGOS POR ESTAR SIEMPRE AHI DISPUESTOS A DAR,
QUE LA PAZ Y EL AMOR DE JESUS NOS SIGA HERMANANDO Y DERRAMANDO BENDICIONES A TODOS







Esperamos ser de Bendicion a tu vida, asi como tu lo seas a nuestras vidas. Te deseamos Un Lindo Dia


sagrado corazon de jesus

viernes, 25 de junio de 2010

EN LA EUCARISTÍA REVIVIMOS EL SACRIFICIO DEL SEÑOR








Ante todo, en la Eucaristía revivimos el sacrificio del Señor en la tarde de su vida, con la que salva a todos los hombres. De esta manera, estamos junto a él y recibimos en abundancia las gracias necesarias para nuestra vida cotidiana y nuestra salvación. La Eucaristía es, por excelencia, el gesto de amor de Dios por nosotros. ¿Qué hay más grande que dar la vida por amor? En esto, Jesús es el modelo del don total de sí mismo, camino por el que nosotros debemos caminar siguiéndole.
La Eucaristía es, también, un modelo de vida cristiana, que debe conformar toda nuestra existencia. Cristo nos convoca para reunirnos, para constituir la Iglesia, su Cuerpo en el mundo. Para acceder a las dos mesas, la de la Palabra y la del Pan, tenemos que acoger antes el perdón de Dios, don que nos vuelve a poner de pie en nuestro camino cotidiano, que restablece en nosotros la imagen divina y que nos muestra hasta qué punto somos amados. Después, como en el caso del fariseo Simón, en el Evangelio de Lucas, Jesús nos dirige sin cesar la palabra a través de la Escritura: "tengo algo que decirte" (7, 40).
En efecto, toda palabra de la Escritura es para nosotros una palabra de vida, que debemos escuchar con suma atención. En particular, el Evangelio constituye el corazón del mensaje cristiano, la revelación total de los misterios divinos. En su Hijo, la Palabra hecha carne, Dios nos lo ha dicho todo. En su Hijo, Dios nos ha revelado su rostro de Padre, un rostro de amor, de esperanza. Nos ha mostrado el camino de la felicidad y de la alegría. Durante la consagración, momento particularmente intenso de la Eucaristía, pues en él recordamos el sacrificio de Cristo, estáis llamados a contemplar al Señor Jesús, como santo Tomás: "Señor mío y Dios mío"(...)

"No olvidéis que la misa dominical es un encuentro de amor con el Señor sin el cual no podemos vivir. Cuando le reconocéis "al partir el pan", como los discípulos de Emaús, os convertís en sus compañeros. Os ayudará a crecer y a dar lo mejor de vosotros mismos. Recordad que en el pan de la Eucaristía Cristo está real, total y substancialmente presente. En el misterio de la Eucaristía, en la misa y durante la adoración silenciosa ante el santísimo Sacramento del altar, podréis encontrarle de una manera privilegiada. Si abrís todo vuestro ser y toda vuestra vida a la mirada de Cristo, no quedaréis oprimidos; por el contrario, descubriréis que sois amados de una manera infinita. Recibiréis el poder que necesitáis para edificar vuestras vidas y tomar las decisiones que se os presentan en la vida diaria. Ante el Señor, en el silencio de vuestros corazones, algunos de vosotros os sentiréis llamados a seguirle de una manera más radical en el sacerdocio o en la vida consagrada. No tengáis miedo de escuchar esta llamada y de responder con alegría. Como dije en la inauguración de mi pontificado, Dios no les quita nada a aquellos que se entregan totalmente a él. Por el contrario, les da todo. Saca lo mejor de cada uno de nosotros, de manera que nuestras vidas puedan florecer verdaderamente".





TRIDUO AL SAGRADO CORAZÓN


TRIDUO AL SAGRADO CORAZÓN

Publicamos a continuación tres textos de Juan Pablo II en el rezo dominical del Ángelus sobre el Sagrado Corazón que pueden servirnos de preparación para esta gran fiesta.
Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados 
17‑VIII‑1986
1. Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados. El Corazón de Jesús es fuente de vida, porque por medio de Él actúa la victoria sobre la muerte. Es fuente de santidad, porque en Él ha sido vencido el pecado que es adversario de la santidad en el corazón del hombre.
Jesús, que el domingo de Resurrección entra por la puerta cerrada, en el Cenáculo, dice a los Apóstoles: «Recibid el Espíritu Santo; a quien perdonareis los pecados, les serán perdonados» (Jn 20, 23).
Y diciendo esto, les muestra las manos y el costado, en el que están visibles los signos de la Crucifixión. Muestra el costado, lugar del Corazón traspasado por la lanza del centurión.
2. Así, pues, los Apóstoles han sido llamados a volver al Corazón, que es propiciación por los pecados del mundo. Y con ellos también nosotros somos llamados.
La potencia de la remisión de los pecados, la potencia de la victoria sobre el mal que alberga en el corazón del hombre, se encierra en la Pasión, y en la Muerte de Cristo Redentor. Un signo particular de esta potencia redentora es precisamente el Corazón.
La Pasión de Cristo y su Muerte se han apoderado de todo su cuerpo. Se han cumplido mediante todas las heridas, que El ha recibido durante la Pasión. Y se han cumplido sobre todo en el Corazón, porque el Corazón agonizaba mientras se apagaba todo el cuerpo. El Corazón se consumía al ritmo del sufrimiento que producían todas las heridas.
3. En este despojamiento el Corazón ardía de amor. Una llama viva de amor ha consumido el Corazón de Jesús en la Cruz.
Este amor del Corazón fue la potencia propiciadora por nuestros pecados. Ello ha superado ‑y supera para siempre todo el mal contenido en el pecado, todo el alejamiento de Dios, toda la rebelión de la libre voluntad humana, todo mal uso de la libertad creada, que se opone a Dios y a su santidad.
El amor que ha consumado el Corazón de Jesús ‑el amor que ha causado la muerte de su Corazón‑ era y es una potencia invencible. Mediante el amor del Corazón divino, la muerte ha logrado la victoria sobre el pecado. Se ha convertido en fuente de vida y de santidad.
4. Cristo mismo conoce hasta el fondo este misterio redentor de su Corazón. Es testimonio inmediato del mismo. Cuando dice a los Apóstoles: Recibid el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, da testimonio de aquel Corazón que es propiciación por los pecados del mundo.
María, que eres refugio de los pecadores, ¡acércanos al Corazón de tu Hijo!
Corazón de Jesús, paciente y muy misericordioso
27‑VII‑1986.
1. ¡Corazón de Jesús, paciente y muy misericordioso!
Hoy, con ocasión de la oración del Ángelus, deseamos releer una vez más, junto con María, el Evangelio; en cierto sentido lo releemos todo entero, e inmediatamente. En él aparece el Corazón de Jesús, paciente e inmensamente misericordioso.
¿No es tal vez así el Corazón de Aquel que «pasó haciendo bien» a todos (cfr Act 10, 38)? ¿De Aquel que hizo que los ciegos adquiriesen la vista, los cojos caminasen, los muertos resucitasen? ¿Que a los pobres se les anunciara la Buena Nueva (cfr Lc 7, 22)?
¿No es tal vez así el Corazón de Jesús, que no tenía El mismo dónde reclinar la cabeza, mientras que los lobos tienen sus guaridas y los pájaros sus nidos (cfr Mt 8, 20)?
¿No es tal vez así el Corazón de Jesús, que defendió a la mujer adúltera de la lapidación y luego le dijo: «Vete, y de ahora en adelante no peques más», (cfr Ioh 8, 3‑10)
¿No es tal vez así el Corazón de Aquel que fue llamado «amigo de publicanos y pecadores» (cfr Mt 11, 19)?
2. ¡Miremos, junto con María, el interior de este Corazón!
¡Releámoslo a lo largo del Evangelio!
Más aún, sobre todo releamos este Corazón en el momento de la Crucifixión. Cuando ha sido traspasado por la lanza. Cuando se ha desvelado hasta el fondo el misterio en Él escrito.
El Corazón paciente, porque está abierto a todos los sufrimientos del hombre. ¡El Corazón paciente, porque está dispuesto Él mismo a aceptar un sufrimiento inconmensurable con metro humano!
¡El Corazón paciente, porque es inmensamente misericordioso!
En efecto, ¿qué es la misericordia, sino esa medida particularísima del amor, que se expresa en el sufrimiento?
¿Qué es, en efecto, la misericordia sino esa medida definitiva del amor, que desciende al centro mismo del mal para vencerlo con el bien?
¿Qué es sino el amor que vence el pecado del mundo mediante el sufrimiento y la muerte?
3. ¡Corazón de Jesús, paciente y muy misericordioso!
¡Madre, que has mirado en este Corazón, cuando estabas presente al pie de la Cruz!
Madre que, por voluntad de este Corazón, te has hecho Madre de todos nosotros.
¿Quién conoce como Tú el misterio del Corazón de Jesús en Belén, en Nazaret, en el Calvario
¿Quién como Tú sabe que es paciente e inmensamente misericordioso?
¿Quién como Tú da testimonio incesantemente de ello?
Corazón de Jesús, rey y centro de todos los corazones
25‑VIII‑1985.
1. Corazón de Jesús, rey y centro de todos los co razones.
Jesucristo es rey de los corazones. Sabemos que durante su actividad mesiánica en Palestina el pueblo, al ver los signos que hacía, quiso proclamarlo rey.
Veía en Cristo un justo heredero de David, que durante su reino llevó a Israel al culmen del esplendor.
2. Sabemos también que ante el tribunal de Pilato, Jesús de Nazaret, a la pregunta: «¿Tú eres rey...?», respondió: «Mi reino no es de este mundo... Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz» (Ioh 18, 33. 3637).
3. En este mundo Cristo es rey de los corazones. Nunca quiso ser soberano temporal, ni siquiera sobre el trono de David.
Sólo deseó ese reino que no es de este mundo y que, al mismo tiempo, en este mundo se arraiga por medio de la verdad en los corazones humanos: en el hombre interior.
Por este reino anunció el Evangelio e hizo grandes signos. Por este reino, el reino de los hijos y de las hijas adoptivos de Dios, dio su vida en la Cruz.
4. Y confirmó de nuevo este reino con su Resurrección, dando el Espíritu Santo a los Apóstoles y a los hombres en la Iglesia.
De este modo Jesucristo es el rey y centro de todos los corazones.
Reunidos en Él por medio de la verdad, nos acercamos a la unión del reino, donde Dios «enjugará toda lágrima» (Apc, 7, 17), porque será «todo en todos» (1 Cor 15, 28).
5. Hoy, reunidos para la acostumbrada plegaria dominical del Ángelus Dómini, elevamos ‑juntamente con la Madre de Dios‑ al Corazón de su Hijo la invocación: Corazón de Jesús, rey y centro de todos los corazones, ten piedad de mí.

JESÚS, CONFÍO EN TI


                                           JESÚS, CONFÍO EN TI

"No es el pecado lo que más hiere mi Corazón. Lo que más lo desgarra es, que las almas no vengan a refugiarse en él, después que lo han cometido... ¡Ah, si conocieran mi Corazón! ESTA ES MI MAYOR AMARGURA: Que las almas no conozcan la bondad y la misericordia de mi Corazón.
Deseo ardientemente que me amen... Si las almas supieran qué exceso de amor siento hacia ellas, no podrían resistir. Por eso corro tras ellas y no perdono medio para atraerlas a Mí"

*Revelaciones del Sagrado Corazón de Jesús a Sor Josefa Menéndez

miércoles, 23 de junio de 2010

Orando con los salmos

Orando con los salmos



Autor: Claudio Daniel Olszanski
Capítulo 3: Hallel (Jalel)

Veremos ahora las palabras principales que se utilizan en los salmos para la alabar a Dios:

1.- HALLEL (JALEL)

Es un verbo que significa “alabar”. Se emplea más de 200 veces en la biblia de las cuales 120 están en los salmos. Quiere decir: “gritar de gozo, aclamar”. Puede aparecer también como “tehillah” (tejiláj) expresión que traducimos como “alabanza”.

Si bien en alguna ocasión se lo utiliza para exaltar las virtudes de alguna persona como en Proverbios 12,8:“Se alaba al hombre según su prudencia” (Prov 12,8) generalmente se lo emplea para dirigirse a Dios.

En el libro de los salmos aparece 120 veces sobre todo en la expresión: ¡Aleluya! que combina Hallel + Yahveh para formar la aclamación: ¡Alaben al Señor!

A lo largo del salterio se advierte un movimiento ascendente que nos “conduce irresistiblemente” a la alabanza, para terminar con los salmos 148 – 150 que coronan la obra.

En el salmo 148 se convoca al cielo, a la tierra y a todo el universo a celebrar el nombre de Yahveh, el motivo de la alabanza es el admirable orden de la creación. El versículo final destaca los privilegios de Israel como pueblo elegido por Dios. Oremos juntos con este salmo:

1.-¡Aleluya!
¡Alaben al Señor desde los cielos,
alábenlo en las alturas,
2.-alábenlo, todos sus ángeles,
alábenlo, todos sus ejércitos!
3.-¡Alábenlo, sol y luna,
alábenlo astros luminosos;
4.-alábenlo espacios celestiales (cielos de los cielos),
y aguas que están por encima de los cielos!
5.-¡Alaben el nombre del Señor,
porque él lo ordenó y fueron creados,
6.-él los afianzó para siempre,
bajo una ley que no cambiará!
7.-¡Alaben al Señor desde la tierra,
los cetáceos y abismos del mar,
8.-fuego, granizo, nieve, bruma,
y viento huracanado que obedece su palabra,
9.-montañas y todas las colinas,
árboles frutales y todos los cedros,
10.-fieras y ganados,
reptiles y aves que vuelan,
11.-reyes de la tierra y todas las naciones,
príncipes y gobernantes de este mundo,
12.-jóvenes y doncellas también
ancianos junto con los niños!
13.-Alaben el nombre de Yahveh:
porque sólo su nombre es sublime,
su majestad está por encima del cielo y la tierra,
14.-él exalta la fuerza de su pueblo.
¡A él la alabanza de todos sus fieles,
y de los hijos de Israel, el pueblo de sus amigos!

(Salmo 148)

La alabanza es el reconocimiento de la soberanía y del reinado de Dios sobre todo lo creado: cielo, tierra, mares, seres vivientes y hasta sobre nuestras propias vidas.

La alabanza nos da, en cierto modo, el clima de oración de los salmos. Mientras que otras oraciones son para un momento determinado, ya sea un pedido de perdón o una acción de gracias, la alabanza es para siempre, por eso así oraba Israel :“Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mi boca”( Sal 34,2 );“Día tras día te bendeciré y alabaré tu nombre eternamente” ( Sal 145,2 ) ; “Alabaré al Señor toda mi vida, mientras yo exista cantaré para mi Dios” ( Sal 146,2 ).

La alabanza está esencialmente dirigida a Dios. El merece ser alabado sencillamente porque es Dios: “Oh Dios, tu mereces un himno en Sión”, una traducción más literal podría ser: “Oh Dios, es hermoso alabarte en Sión”( Sal 65,2 ).

Hallel es celebrar entusiastamente al Señor. Frente a él no hay peligro de caer en exageraciones, ya que él es todo lo que podemos decir y mucho más:“Grande es el Señor y muy digno de alabanza es incalculable su grandeza”( Sal 145,3 ). Hasta la creación le rinde alabanza:“Alábenle sol y luna, alábenle todas las estrellas de luz”
(Sal 148,3 ).

A pesar de su grandeza y de su poder: “¿Quién como Yahveh nuestro Dios que se sienta en las alturas?” ( Sal 113,5 ) ; “Reina Yahveh, vestido de majestad” ( Sal 93,1 ), el Señor quiere que nos dirijamos a él como hijos, con confianza, Él es un padre que nos va a llenar de amor y ternura: “ El Señor ... rescata tu vida del abismo, te corona de amor y de ternura” ( Sal 103,4) ;“Y tú, Yahveh, no contengas tus ternuras para mí”( Sal 40,12 ). Así como un Padre se alegra con la algarabía de sus hijos así el Señor se regocija con nuestra alabanza.

La alabanza encuentra en la ‘comunidad’ su lugar privilegiado de expresión, es por ello que el verbo se emplea más veces en plural que en singular, pero aunque sea pronunciada por una sola persona, la alabanza desemboca necesariamente en la comunidad: “Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré” ( Sal 22,23). De un modo especial Israel reconoce la presencia del Señor en las alabanzas de la asamblea:“Tú habitas en las alabanzas de tu pueblo”( Sal 22,4).

La alabanza también puede ser cantada: “Cantad al Señor un canto nuevo, porque él ha hecho maravillas”( Sal 98,1) ; “Celebraré el amor y la justicia, a ti Señor, te cantaré salmos de alabanza”( Sal 101,1). El salmo 95 nos hace una invitación a cantar con júbilo a Dios que es el fundamento de nuestra salvación: “Vengan, cantemos con gozo al Señor, aclamemos a la roca de nuestra salvación” ( Sal 95, 1).

La alabanza debe ser nuestro estilo de vida, nuestro modo de ser cristianos, la alabanza en el presente es un anticipo de la alabanza en el reino, así leemos en el Apocalipsis:

... También oí que todas las criaturas que están en el cielo, sobre la tierra, debajo de ella, en el mar y todo lo que hay en ellos decían:

“Al que está sentado en el trono y al Cordero,
sea la gloria, el honor, la alabanza, el poder,
para siempre”.

(Ap 5, 13)

Los falsos profetas

Autor: Buenaventura Acero | Fuente: Catholic.net
Los falsos profetas
Mateo 7, 15-20. Tiempo Ordinario. Dar fruto es comunicar a los demás una fe que hemos recibido como un don.
 
Los falsos profetas

Mateo 7, 15-20

«Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos?
Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los reconoceréis.



Reflexión


Vivimos en un mundo frenético en sus comunicaciones, y en buena parte de sus actividades laborales y comerciales. Donde se valora quien produce más y se margina a quien no alcanza los ratings de ventas.

Donde la competencia profesional se evalúa constante e implacablemente y se contabiliza con avaricia los resultados. En donde se busca sólo a personas que encabecen proyectos de éxito, etc. La lógica evangélica es, si cabe, más comprometedora.

Para ser un buen discípulo, no basta emplearse a fondo, como lo haríamos al ocupar un cargo de responsabilidad en una empresa hoy en día. No basta siquiera ser original, presentar de manera nueva, atrayente o asequible el mensaje, el producto o el servicio. Aun poniendo en juego todas las dotes humanas de que disponemos, hemos de partir de la base que en todo ello sólo somos instrumentos en las manos de Dios. Porque dar fruto es comunicar a los demás una experiencia, una fe que hemos recibido como un don. Es darla no como quien comparte algo que tiene en “posesión”, porque la fe no se posee y es sólo de Dios.

Pero Él nos ha concedido comunicar nuestra vivencia, conscientes que Dios añadirá la parte que le corresponde. Se requiere dejarse guiar por el Espíritu Santo, y sobretodo humildad y confianza, para estar más pendientes de Dios y de su voluntad, que de nosotros mismos. Nuestras virtudes y capacidades, así como nuestros defectos y limitaciones, son también parte de ese plan de Dios. Por sus frutos los reconoceréis... es la llamada colaborar en la obra de Dios si nos prestamos con decisión y humildad.


martes, 15 de junio de 2010

Recemos juntos

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. 






¡Oh Sagrado Corazón de Jesús!
Te adoro con toda mi alma y
te consagro para siempre jamás,
todos mis pensamientos, mis palabras y obras.

¡Ojalá pudiera, oh divino Corazón,
consagrarte tantas adoraciones,
tanto amor y tanta gloria como
Tú consagras a tu eterno Padre!

Sé el reparador de mis defectos,
el protector de mi vida y mi amparo
en la hora de mi muerte.

Esta gracia te la pido también para
los pobres pecadores, los corazones
afligidos, los enfermos y los agonizantes;
para mis parientes y bienhechores, amigos
y enemigos; por las personas que se
encomiendan a mis oraciones, especialmente
por aquellas por quien tengo obligación de
pedir y, en fin, para todos los hombres que
existen en la tierra, a fin de que los
méritos de tu preciosa Sangre no se pierdan
para ellos. Haz también que sean aplicados
en sufragio por las almas del Purgatorio,
para que todos en el Cielo podamos bendecirte,
adorarte y amarte.

Autor: Grupo de Oración Santo Cura de Ars





Mi amor toma forma en ustedes.


Mi querida hija de mi Padre, es por mí que estoy contigo, que te dicto lo que
debes escribir y decir al momento elegido por mí.

¡Que todo se cumpla!

No dudes de mis favores, aunque algunos no parecen convencidos del prodigio que se opera en ti cuando te pido de escucharme. 

Soy el único Ser perfecto. Todo en esta tierra está lleno de amargura y de errores. 

Toda persona que quiera disfrutar el amordebe pasar por mí.

Ustedes, hijos míos, que están reunidos a mi alrededor, soy yo quien los ha elegido,
no ustedes, que son seres tan frágiles. 

Ustedes son mis hijos que deben entregarse al Amor. 

Este Amor soy yo, Jesús Eucaristía. 

No se pregunten en lo que concierne a mis actuaciones hacia ustedes. Mis elegidos, son ustedes mismos que han decidido rezar como consecuencia de las gracias que yo les he otorgado. 

Sin mis gracias, ustedes serían templos vacíos, sin vida, sin mí, su Jesús que los quiere.

Yo soy su más precioso bien, tal como el oro que se esconde para que no lo roben.

Yo, hijos míos, quiero ser expuesto en su altar. Mi más precioso altar es su
interior. 

Yo irradio en su interior.

Pero todo en ustedes 

lunes, 14 de junio de 2010

CARTA DE UN MISIONERO EN ANGOLA

  













La siguiente carta fue escrita por el misionero uruguayo P. Martín Lasarte, SDB, al periódico New York Times:
Querido hermano y hermana periodista:

Soy un simple sacerdote católico. Me siento feliz y orgulloso de mi vocación. Hace veinte años que vivo en Angola como misionero.

Me da un gran dolor por el profundo mal que personas que deberían de ser señales del amor de Dios, sean un puñal en la vida de inocentes. No hay palabra que justifique tales actos. No hay duda que la Iglesia no puede estar, sino del lado de los débiles, de los más indefensos. Por lo tanto todas las medidas que sean tomadas para la protección, prevención de la dignidad de los niños será siempre una prioridad absoluta.

Veo en muchos medios de información, sobre todo en vuestro periódico la ampliación del tema en forma morbosa, investigando en detalles la vida de algún sacerdote pedófilo. Así aparece uno de una ciudad de USA, de la década del 70, otro en Australia de los años 80 y así de frente, otros casos recientes… Ciertamente todo condenable! Se ven algunas presentaciones periodísticas ponderadas y equilibradas, otras amplificadas, llenas de preconceptos y hasta odio.

¡Es curiosa la poca noticia y desinterés por miles y miles de sacerdotes que se consumen por millones de niños, por los adolescentes y los más desfavorecidos en los cuatro ángulos del mundo! Pienso que a vuestro medio de información no le interesa que yo haya tenido que transportar, por caminos minados en el año 2002, a muchos niños desnutridos desde Cangumbe a Lwena (Angola), pues ni el gobierno se disponía y las ONG’s no estaban autorizadas; que haya tenido que enterrar decenas de pequeños fallecidos entre los desplazados de guerra y los que han retornado; que le hayamos salvado la vida a miles de personas en México mediante el único puesto médico en 90.000 km2, así como con la distribución de alimentos y semillas; que hayamos dado la oportunidad de educación en estos 10 años y escuelas a más de 110.000 niños...

No es de interés que con otros sacerdotes hayamos tenido que socorrer la crisis humanitaria de cerca de 15.000 personas en los acuartelamientos de la guerrilla, después de su rendición, porque no llegaban los alimentos del Gobierno y la ONU. No es noticia que un sacerdote de 75 años, el P. Roberto, por las noches recorra las ciudad de Luanda curando a los chicos de la calle, llevándolos a una casa de acogida, para que se desintoxiquen de la gasolina, que alfabeticen cientos de presos; que otros sacerdotes, como P. Stefano, tengan casas de pasaje para los chicos que son golpeados, maltratados y hasta violentados y buscan un refugio.

Tampoco que Fray Maiato con sus 80 años, pase casa por casa confortando los enfermos y desesperados. No es noticia que más de 60.000 de los 400.000 sacerdotes, y religiosos hayan dejado su tierra y su familia para servir a sus hermanos en una leprosería, en hospitales, campos de refugiados, orfanatos para niños acusados de hechiceros o huérfanos de padres que fallecieron con Sida, en escuelas para los más pobres, en centros de formación profesional, en centros de atención a cero positivos… o sobretodo, en parroquias y misiones dando motivaciones a la gente para vivir y amar.

No es noticia que mi amigo, el P. Marcos Aurelio, por salvar a unos jóvenes durante la guerra en Angola, los haya transportado de Kalulo a Dondo y volviendo a su misión haya sido ametrallado en el camino; que el hermano Francisco, con cinco señoras catequistas, por ir a ayudar a las áreas rurales más recónditas hayan muerto en un accidente en la calle; que decenas de misioneros en Angola hayan muerto por falta de socorro sanitario, por una simple malaria; que otros hayan saltado por los aires, a causa de una mina, visitando a su gente. En el cementerio de Kalulo están las tumbas de los primeros sacerdotes que llegaron a la región…Ninguno pasa los 40 años.

No es noticia acompañar la vida de un Sacerdote “normal” en su día a día, en sus dificultades y alegrías consumiendo sin ruido su vida a favor de la comunidad que sirve.

La verdad es que no procuramos ser noticia, sino simplemente llevar la Buena Noticia, esa noticia que sin ruido comenzó en la noche de Pascua. Hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece.

No pretendo hacer una apología de la Iglesia y de los sacerdotes. El sacerdote no es ni un héroe ni un neurótico. Es un simple hombre, que con su humanidad busca seguir a Jesús y servir sus hermanos. Hay miserias, pobrezas y fragilidades como en cada ser humano; y también belleza y bondad como en cada criatura…

Insistir en forma obsesionada y persecutoria en un tema perdiendo la visión de conjunto crea verdaderamente caricaturas ofensivas del sacerdocio católico en la cual me siento ofendido.

Sólo le pido amigo periodista, busque la Verdad, el Bien y la Belleza. Eso lo hará noble en su profesión.

En Cristo.

CONSAGRACION A LA PRECIOSISIMA SANGRE DE JESUCRISTO

Consciente de mi nada y de tu Sublimidad, Misericordioso Salvador, me postro a Tus pies, y Te agradezco por las innumerables pruebas de tu Gracia que te has dignado derramar en tan ingrata criatura. En especial te doy gracias por haberme liberado por Tu Preciosa Sangre del poder destructivo de Satanás. En presencia de mi querida Madre María, mi ángel guardián, mi santo patrono y de todas las huestes celestiales, me consagro voluntariamente y de todo corazón, oh querido Jesús, a Tu Preciosa Sangre con la que redimiste al mundo del pecado, de la muerte y del infierno. Te prometo, con la ayuda de Tu gracia y con todas mis fuerzas, suscitar y promover la devoción a Tu Preciosa Sangre, que es el precio de nuestra redención, para que Tu adorable Sangre sea honrada y glorificada por todos. De esta forma quiero reparar mi deslealtad a Tu Preciosa Sangre de amor y ofrecerte satisfacción por las muchas profanaciones que los hombres cometen contra el inestimable precio de su salvación. Que mis propios pecados, mi frialdad y todos los actos irrespetuosos que haya cometido en el pasado contra Ti, oh Sangre Santa y Preciosa, queden borrados. Mira, oh querido Jesús, te ofrezco el Amor, el Honor y la Adoración que tu Santísima Madre, Tus fieles discípulos y todos los santos han ofrecido a Tu Preciosa Sangre. Te pido olvidar mi anterior falta de fe y frialdad y te pido que perdones a todos los que te hayan ofendido. Báñame, oh Divino Salvador, y a todos los hombres, con Tu Preciosa Sangre, para que podamos, oh Amor Crucificado, amarte de ahora en adelante con todo nuestro Corazón y que honremos dignamente el precio de nuestra Salvación. Amén.

viernes, 11 de junio de 2010

JESUS AMA A LOS HOMBRES


Una gran y consoladora verdad es saber y tener bien firme que Jesús ama a los hombres, los ama infinitamente, nos ama a cada uno de nosotros con un amor infinito.
No hay nada que ayude más para el avance en la vida espiritual, en el camino hacia la santidad, que el saberse amado por Jesús, que el saberse amado por Dios. Y nosotros debemos sentirnos así, porque esta es la realidad: somos amados infinitamente por Jesús, Dios y Hombre verdadero.

El conocimiento de esto nos debe llevar a la confianza en Jesús, a la total confianza en su bondad infinita, porque Él no ha venido al mundo para juzgar al mundo, sino para salvarlo, y a nosotros nos quiere salvar.

Entonces, por más grandes y numerosos que sean nuestros pecados, no podemos dudar de que Jesús nos ama y quiere perdonarnos y redimirnos, es decir, rescatarnos de las manos de Satanás que, por el pecado, nos tiene como aprisionados y esclavizados.

Porque Jesús ha venido a la tierra especialmente a redimirnos, es decir, a liberarnos del Maligno que tenía a toda la humanidad bajo su poder.

No hay que pecar, jamás, porque sería lastimar el adorable Corazón de Jesús. Pero sepamos que si por debilidad caemos en pecado, Jesús está pronto para perdonarnos y devolvernos al estado original, incluso con más gracias. Porque Jesús es feliz cuando puede decir a un pecador: “Yo te perdono, vete y no peques más”. Y esto lo dice a través del sacerdote, en la confesión, que debemos hacer frecuentemente aunque no tengamos pecados graves, porque allí encontraremos a Jesús, que por amor derramará su sangre sobre nosotros a través del ministro.

¿Estamos convencidos de que Jesús nos ama? ¿De que todo lo que quiere o permite en nuestra vida es por amor a nosotros? Si estamos seguros de esto, entonces vamos por buen camino y Cristo derramará su amor como un río en nuestro corazón y así seremos felices ya desde este mundo, a pesar de las pruebas y tentaciones.

¡Alabado sea Jesucristo!

e corazón de piedra a corazón de carne

Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
De corazón de piedra a corazón de carne
Dejaré que Jesús me extirpe ese corazón duro, de piedra, para darme un corazón de carne, revestido de misericordia, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia.
 
De corazón de piedra a corazón de carne
Golpes de la vida, traiciones, engaños, o simplemente el paso del tiempo, endurecen corazones, apagan entusiasmos, destruyen alegrías.

A veces por culpa de otros, muchas otras veces por nuestra propia culpa, hemos dejado que el corazón empiece a secarse. Entonces nos hacemos insensibles a las penas del amigo, a las necesidades de familiares, a los problemas de quienes viven cerca o lejos, a los sufrimientos de Jesús en el Calvario.

Caemos en esa dureza que nos lleva a juzgar, a condenar, a mirar con desprecio. Desconfiamos de los demás. Incluso al mirar al cielo, parece que tenemos para Dios más reproches que alabanzas.

Es entonces cuando necesitamos acercarnos al Corazón de Cristo. Un Corazón lleno de amor al Padre y a los hombres. Un Corazón que vino no por los justos, sino por los pecadores. Un Corazón que siente pena profunda al ver a tantos hombres y mujeres perdidos, abandonados, solos, como ovejas que deambulan sin pastor (cf. Mt 9,36).

Ese Corazón me enseñará a ver el mundo con ojos distintos. Quitará de mis ojos escamas de avaricia, y pondrá el brillo de la mirada luminosa de un niño que confía plenamente en su Padre. Quitará de mis arterias rencores que envenenan, y pondrá una sangre limpia y dispuesta a servir a los hermanos. Quitará de mi inteligencia cálculos retorcidos y egoístas, y me dará fuerzas para pensar en grande, con una mente como la del mismo Cristo.

Ese Corazón me invitará a ser manso y humilde (cf. Mt 11,29). Manso ante quienes, tal vez con intenciones buenas (sólo Dios sabe lo que hay dentro de cada uno) me hacen daño, me insultan, me desprecian. Manso ante quienes son vengativos y llenos de odios hacia los demás o hacia mí. Manso ante quienes provocan con violencia y pueden ser vencidos con el bálsamo del perdón y de la acogida benévola.

También me ayudará a ser humilde. Humilde para no desanimarme ante esas faltas que no llego a expulsar de mi alma. Humilde para no envidiar a quien va “delante” y parece vivir rodeados de triunfos, y para no despreciar a quien tal vez ha caído en un pecado que parece más grande que los míos. Humilde para reconocer que todos los dones vienen de Dios, que por mí mismo no puedo dar un solo paso en el camino de la gracia. Humilde para acudir, las veces que haga falta, al sacramento de la confesión, con lágrimas sinceras y con la confianza del hijo que busca a quien vino no para juzgar, sino para salvar (cf. Jn 12,47).

Entonces será posible el milagro: dejaré que Jesús extirpe de mis entrañas ese corazón duro, de piedra, para darme un corazón de carne (cf. Ez 11,19; 36,26); un corazón revestido “de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia” (Col 3,12). Un corazón nuevo, que confía como un niño en el amor constante del Padre, que se deja levantar como oveja rescatada por el Hijo, que se inflama de gratitud y de esperanza en el Espíritu.


  • Preguntas o comentarios al autor

  • P. Fernando Pascual LC


    Oración de Consagración al Sagrado Corazón de Jesús

    Señor Jesucristo, arrodillados a tus pies, consagramos alegremente nuestra familia a tu Divino Corazón.

    Sé, hoy y siempre, nuestro Guía,
    el Jefe protector de nuestro hogar,
    el Rey y Centro de nuestros corazones.

    Bendice a nuestra familia, nuestra casa, a nuestros vecinos, parientes y amigos.

    Ayúdanos a cumplir fielmente nuestros deberes, y participa de nuestras alegrías y angustias, de nuestras esperanzas y dudas, de nuestro trabajo y de nuestras diversiones.

    Danos fuerza, Señor, para que carguemos nuestra cruz de cada día y sepamos ofrecer todos nuestros actos, junto con tu sacrificio, al Padre.

    Que la justicia, la fraternidad, el perdón y la misericordia estén presentes en nuestro hogar y en nuestros grupos de amigos de estudio y trabajo.
    Queremos ser instrumentos de paz y de vida.

    Que nuestro amor a tu Corazón compense,
    de alguna manera, la frialdad y la indiferencia, la ingratitud y la falta de amor de quienes no te conocen, te desprecian o rechazan.

    Sagrado Corazón de Jesús, tenemos confianza en Ti.
    Confianza profunda, ilimitada.
     

    La oveja perdida

    Autor: Luis Felipe Nájar | Fuente: Catholic.net
    La oveja perdida
    Lucas 15, 3-7. Solemnidad Sagrado Corazón de Jesús. Esperemos confiados pues no se olvida de nosotros el corazón de Cristo que sólo genera e irradia amor.
     
    La oveja perdida
    Lucas 15, 3-7.

    En aquel tiempo Jesús dijo esta parábola a los escribas y fariseos. ¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las 99 en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: "Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido." Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión. 


    Reflexión


    Cristo nos quiere mostrar una fotografía suya y nos deja una de sus mejores poses. Nos enseña la del buen pastor que va en busca de la oveja perdida. Pensemos que esa oveja perdida tal vez somos nosotros. Es una fotografía que revela el amor más sincero que jamás persona alguna nos ha manifestado.

    Un amor sin miedo a dejar el resto del rebaño para buscar en el desierto la oveja descarriada, para salir al encuentro del alma que vive perdida en el desierto de su pecado, de su desinterés por el amor de Dios, de su soberbia. ¿Alguna vez nos hemos preguntado las ocasiones en que Jesús ha salido a nuestro encuentro para tornarnos a casa sobre sus hombros? Sí, justo aquella ocasión en que llevaba 2 años sin confesión y gracias al testimonio de una persona o de un “no sé qué interior”, volví del desierto de mi soberbia para reconciliarme con Cristo. ¿Cuántas veces se lo hemos agradecido? ¿Cuántas veces le hemos dicho “gracias Señor por llevarme en tus hombros cuando estaba perdido en mi orgullo y no sabía cómo regresar al redil de tu gracia? Pero ahora que estoy en tus hombros déjame decirte que jamás quiero volver a separarme de ti”.

    Digámoselo hoy, fiesta del Sagrado Corazón, y esperemos confiados pues, ¿cómo va a olvidarse de nosotros el corazón de Cristo que sólo genera e irradia amor?


    Oración de Consagración al Sagrado Corazón de Jesús

    Señor Jesucristo, arrodillados a tus pies, consagramos alegremente nuestra familia a tu Divino Corazón.

    Sé, hoy y siempre, nuestro Guía,
    el Jefe protector de nuestro hogar,
    el Rey y Centro de nuestros corazones.

    Bendice a nuestra familia, nuestra casa, a nuestros vecinos, parientes y amigos.

    Ayúdanos a cumplir fielmente nuestros deberes, y participa de nuestras alegrías y angustias, de nuestras esperanzas y dudas, de nuestro trabajo y de nuestras diversiones.

    Danos fuerza, Señor, para que carguemos nuestra cruz de cada día y sepamos ofrecer todos nuestros actos, junto con tu sacrificio, al Padre.

    Que la justicia, la fraternidad, el perdón y la misericordia estén presentes en nuestro hogar y en nuestros grupos de amigos de estudio y trabajo.
    Queremos ser instrumentos de paz y de vida.

    Que nuestro amor a tu Corazón compense,
    de alguna manera, la frialdad y la indiferencia, la ingratitud y la falta de amor de quienes no te conocen, te desprecian o rechazan.

    Sagrado Corazón de Jesús, tenemos confianza en Ti.
    Confianza profunda, ilimitada.

    jueves, 10 de junio de 2010

    TALLER DE ORACION



    Cuando hoy se nos recomienda tanto y tanto la oración, ¿en qué pensamos y cómo nos imaginamos que debemos orar? Eso de rezar, ¿es una ciencia esotérica, reservada para unos pocos? Por el contrario, ¿es una cosa fácil, que puede hacer cualquiera? ¿Y cuál es la mejor manera de rezar?...

    Si Jesús insiste tanto en el Evangelio sobre la oración, tenemos que decir que es una cosa demasiado importante. Y si es tan necesaria a todos, por fuerza Dios la ha hecho fácil y al alcance de cualquiera.

    Nosotros nos perdemos en nuestra relación con Dios porque complicamos las cosas.
    Y la oración, como nos dijo de una manera inolvidable Teresa de Jesús, no es más que tratar de amistad con Aquel que sabemos que nos ama.

    ¡De amistad! ¡Qué expresión tan bella! Tratar a Dios como un amigo, ya que Dios se ha hecho en Jesús esto: un amigo nuestro al hacerse como uno de nosotros.

    Entonces, para hablar a Jesús, y en Jesús a Dios, no hay como acudir al Evangelio para saber cómo hemos de hablar con Jesús. Con la misma naturalidad que todos usaban con Él y le exponían sus necesidades. Cualquier situación nuestra tiene su exponente en el Evangelio.

    - ¡Señor, que vea!, le decía el ciego.
    - ¡Dame de esa tu agua, para no tener más sed!, le pedía la Samaritana.
    - ¡Señor, enséñanos a orar!, le decían los discípulos.
    - ¡Sálvanos, Señor!, que perecemos!, le gritaron los apóstoles en la barca que se hundía.
    - ¡Señor, mándame ir a ti!, le pidió Pedro.
    - ¡Señor, ten compasión de mí, que soy un pecador!, murmuraba el publicano.
    - ¡Señor, si quieres puedes limpiarme!, le suplicaba humilde el leproso.
    - Mira que tu amigo, a quien tanto quieres, está enfermo, mandó a decirle Marta.
    - ¡Auméntanos la fe!, le pidieron los discípulos.
    - ¡Acuérdate de mí cuando estés en tu reino!, le suplicó el ladrón.
    - ¡Señor, danos ese pan!, le pidieron los oyentes cuando prometió la Eucaristía.
    - ¡Señor, tú sabes que yo te quiero!, le protestaba Pedro.
    - ¡Mira, Jesús, que no tienen vino!, se limitó a decir María por los otros cuando los vio en apuros...

    Así, así le hablaban a Jesús. Imposible mayor sencillez. Y Jesús no dejó de atender ningún deseo.

    Si así son las cosas con Jesús, nos ponemos a pensar. ¿Nos damos cuenta de lo que ahora le deben gustar a Jesús estas mismas súplicas, cuando se las repetimos hoy nosotros? ¡Le traemos a su mente unos recuerdos tan queridos!... ¿Por qué no le hablamos con las mismas palabras que escuchó entonces y que le enternecían el corazón?...

    Sería la oración más fabulosa y segura salida de nuestros labios.

    Precisamente en el Evangelio aprendemos la insistencia con que Jesús nos recomendaba la oración. Podríamos decir que esa insistencia era hasta machacona. Cuando así lo hacía Jesús, quiere decir que la oración es lo más importante de nuestra jornada y de la vida entera. La Iglesia lo ha entendido siempre así, y en la oración oficial de la Iglesia --la que hacen obligatoriamente los sacerdotes en nombre y por todo el Pueblo de Dios-- tiene repartido de tal manera el día que en ninguna hora le falta a Dios la súplica de toda la Iglesia. Y para orar bien los sacerdotes como los fieles, no hay como acudir al Evangelio.

    Corre por ahí una poesía preciosa sobre la manera de orar, tal como se oraba a Jesús en el Evangelio, y que dice así:

    Rezar... la mar se pone fea;
    Rezar es departir con el Maestro,
    y es rezar –¡y qué rezar!– decir “te quiero”,
    es echarse a sus plantas en la hierba,
    y lo es –¡no lo iba a ser!– decir “me pesa”,
    o entrar en la casita de Betania
    y el “quiero ver” del ciego,
    para escuchar las charlas de su cena;
    y el “límpiame” angustioso de la lepra,
    rezar es informarle de un fracaso,
    la lágrima de la viuda,
    decirle que nos duele la cabeza;
    y el “no hay vino” en Caná de Galilea;
    rezar es invitarle a nuestra barca
    y es oración, con la cabeza gacha,
    mientras la red lanzamos a la pesca,
    después de un desamor gemir “¡qué pena!”;
    y mullirle una almohada
    cualquier contarle a Dios nuestras tristezas,
    sobre un banquillo en popa a nuestra vera;
    cualquier poner en Él nuestra confianza...
    y, si acaso se duerme,
    –y esta vida está llena de “cualquieras”–,
    no aflojar el timón mientras Él duerma;
    todo tierno decir a nuestro Padre,
    y es rezar despertarle, si, de pronto,
    todo es rezar..., ¡y hay gente que no reza! 
    Esto es oración. Ésta es la mejor oración.
    Éste es el método más fácil de orar. Y es posible que sea también la manera de oración que más le gusta oír a Jesús. Aquí todo es amor, confianza, amistad. Todo es actualización del Evangelio.

    Le podemos pedir ahora de nuevo a Jesús:
    - ¡Señor, enséñanos a orar!
    Pero es casi seguro que Él nos va a responder:
    - Ya os he enseñado. ¿Por qué no rezáis así?...

    Perdón de las ofensas

    Autor: Buenaventura Acero | Fuente: Catholic.net
    Perdón de las ofensas
    Mateo 5, 20-26. Tiempo Ordinario. Pedir a Dios la gracia de saber perdonar y no juzgar.
     
    Perdón de las ofensas
    Mateo 5, 20-26


    «Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos. «Habéis oído que se dijo a los antepasados: No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano "imbécil", será reo ante el Sanedrín; y el que le llame "renegado", será reo de la gehenna de fuego. Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda. Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo. 


    Reflexión


    Jesús habla de la realidad dándole un nuevo sentido, iluminándola con el espíritu de la Ley. Para ejemplificar el amor al prójimo, habla de la historia del buen samaritano y concluye, ahora “ve y haz tú lo mismo”. Y cuando baja a los detalles de la vida cotidiana sabe que la mayoría de sus oyentes podrían ser protagonistas en sus ejemplos...

    Si es verdad que el amor es el primer mandamiento ¿cómo se pone en práctica? Jesús nos ilustra con tres casos.

    Constituyen el primer grado, lo que hay que evitar. El insulto, la enemistad y la querella contra el prójimo no serán propias de un cristiano. Pero más allá del precepto negativo “no matarás”... se nos abre el horizonte ilimitado del amor al prójimo.

    El primer paso es evitar esas tres actitudes, pero Jesús no se detendrá en ellas mas que como un mero paso intermedio, él va más allá. Por tanto es un buen momento para hacer nosotros también nuestro propio examen de conciencia. Para preguntarnos, a la luz de la fe, ¿qué hay de todo esto en mi corazón? Saber perdonar, no guardar rencores e imitar con ello a Jesucristo es exigente, pero al mismo tiempo liberador.

    La gracia de Dios nos impulsa a ello, es una obra propia del Espíritu Santo, si le dejamos actuar en nuestra alma.

    Eucaristía y Sagrado Corazón

    Autor: P. Antonio Rivero LC | Fuente: Catholic.net
    Eucaristía y Sagrado Corazón
    Visitando al Santísimo Sacramento, vivo en cada Iglesia, el Sagrado Corazón de Jesús recibe adoración y amor de nuestra parte.
     
    Eucaristía y Sagrado Corazón
    La Eucaristía fue el regalo más hermoso y valioso del Sagrado Corazón de Jesús. La Eucaristía nos introduce directamente en el Corazón de Jesús y nos hace gustar sus delicias espirituales. En la eucaristía, como en la cruz, está el Corazón de Jesús abierto, dejando caer sobre nosotros torrentes de gracia y de amor.

    En la Eucaristía está vivo el Corazón de Cristo y en una débil y blanca Hostia, parece dormir el sueño de la impotencia, pero su Corazón vela. Vela tanto si pensamos como si no pensamos en Él. No reposa. Día y noche vela por nosotros en todos los Sagrarios del mundo. Está pidiendo por nosotros, está pendiente de nosotros, nos espera a nosotros para consolarnos, para hacernos compañía, para intimar con nosotros.

    Hay por lo tanto una relación estrechísima entre la eucaristía y el Sagrado Corazón. ¿Cuál es el mejor culto, la mejor satisfacción, la mejor devoción que podemos dar al Sagrado Corazón?

    Participando en la Eucaristía, Jesús recibe de nosotros el más noble culto de adoración, acción de gracias, reparación, expiación e impetración.

    Visitando al Santísimo Sacramento, vivo en cada Iglesia, el Sagrado Corazón de Jesús recibe adoración y amor de nuestra parte. Por eso está encendida la lamparita, símbolo de la presencia viva de ese Corazón que palpita de amor por todos.

    Damos culto al Corazón de Jesús, haciendo la comunión espiritual, ya sea que estemos en el trabajo, en el estudio, en la calle. Es ese recuerdo, que es deseo profundo de querer recibir a Cristo con aquella pureza, aquella humildad y devoción con que lo recibió la Santísima Virgen. Con el mismo espíritu y fervor de los santos.

    Haciendo Hora Santa, Jesús recibe también reparación. Cada pecado nuestro le va destrozando e hiriendo su divino corazón. Con la Hora Santa vamos reparando nuestros pecados y los pecados de la humanidad. Así se lo pidió Cristo a santa Margarita María de Alacoque en 1673 en Paray-Le-Monial (Francia).

    También los primeros viernes de cada mes son ocasión maravillosa para reparar a ese corazón que tanto ha amado a los suyos y que no recibe de ellos sino ingratitudes y desprecios.

    El culto al Sagrado Corazón de Jesús es la respuesta del hombre y de cada uno de nosotros al infinito amor de Cristo que quiso quedarse en la eucaristía para siempre. Que mientras exista uno de nosotros no vuelva Jesús a quejarse: “He aquí el Corazón que tanto ha amado y ama al hombre y en respuesta no recibo sino olvido e ingratitud”.

    Este culto eucarístico es la respuesta de correspondencia nuestra al amor del Corazón de Jesús, pues es en la eucaristía donde ese corazón palpita de amor por nosotros.