SER FRAGANCIA DE CRISTO EN EL MUNDO


"FRAGANCIAS DE CRISTO"

SER FRAGANCIAS DE CRISTO ES ESPARCIR SU FRAGANCIAS DONDE ESTÉS
EN EL LUGAR QUE TE ENCUENTRES CASA,TRABAJO, IGLESIA ,COLEGIO ,EN FACE,
EN TU RED SOCIAL FAVORITA DANDO
TESTIMONIO DE SU PRESENCIA EN TI
¿QUIERES SER TU FRAGANCIAS DE CRISTO?

A TODOS LOS QUE NOS DEJAN ENTRAR EN SU CORAZON
MUCHA PAZ Y AMOR .GRACIAS A LOS AMIGOS POR ESTAR SIEMPRE AHI DISPUESTOS A DAR,
QUE LA PAZ Y EL AMOR DE JESUS NOS SIGA HERMANANDO Y DERRAMANDO BENDICIONES A TODOS







Esperamos ser de Bendicion a tu vida, asi como tu lo seas a nuestras vidas. Te deseamos Un Lindo Dia


sagrado corazon de jesus

sábado, 11 de septiembre de 2010


La casa bien o mal fundada

Voy a decirles a quién se parece el que viene a mí y me oye y hace lo que digo: se parece a un hombre que para construir una casa cavó primero bien hondo, y puso la base sobre la roca. Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos contra la casa; el agua dio con fuerza contra la casa, pero ni moverla pudo, porque estaba bien construida, no cayó, porque tenía su base sobre la roca. Pero el que me oye y no hace lo que yo digo, es como un tonto que construyó su casa sobre la arena y sin cimientos. Vino la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos y dieron con fuerza contra ella, y la casa se vino abajo, se derrumbó y quedó completamente destruida. ¡Fue un gran desastre!» Cuando Jesús terminó de hablar todo esto, toda la gente estaba admirada de cómo les enseñaba y su enseñanza, porque lo hacía con plena autoridad, y no como sus escribas, maestros de la ley. Mateo 7:24-28; Lucas 6:47-49 Marcos 1:22
la-casa-sobre-la-rocaJesús era un experto en un doble sentido. Era un experto en la Escritura. El autor de Proverbios le dejó una sugerencia para Su alegoría: «Cuando pasa el torbellino, el malo no permanece, pero el justo está establecido para siempre» (Proverbios 10:25). Aquí tenemos el boceto del cuadro que Jesús pintó de las dos casas y los dos constructores. Pero Jesús era también un experto en la vida.
Era un artesano que sabía todo lo que había que saber sobre cómo construir casas, y cuando hablaba acerca de los cimientos de una casa sabía de lo que estaba hablando. Esta no es una ilustración inventada por un literato en su despacho; es la ilustración de un hombre práctico.
Esta tampoco era una ilustración traída por los pelos; sino la historia de la clase de cosa que podía suceder muy fácilmente. En Palestina el constructor tenía que tener previsión. Había muchos valles que en verano parecían arenales agradables, pero que en invierno eran el lecho de furiosos torrentes. Podía ser que alguien estuviera buscando dónde construirse la casa; vería ese huequecito arenoso agradablemente protegido, y pensaría que era el lugar ideal. Pero, si no era hombre previsor, a lo mejor construía su casa en el lecho seco de un torrente; y, cuando llegara el invierno, se le desintegraría la casa. Hasta en un lugar ordinario sería tentador empezar a construir en un terreno arenoso y nivelado, sin tener que preocuparse de profundizar hasta encontrar la roca; pero de esa manera el desastre acechaba a corto plazo. Sólo una casa cuyo cimiento sea firme podrá resistir la tormenta; y sólo una vida cuyos cimientos sean estables podrá superar la prueba. Jesús demandaba dos cosas.
(i) Demandaba que se Le escuchara. Una de las grandes dificultades que tenemos que arrostrar hoy en día es el simple hecho de que la gente a menudo no sabe lo que Jesús dijo o lo que la Iglesia enseña.
De hecho, la cosa es peor todavía. A menudo se tiene una idea totalmente equivocada de lo que dijo Jesús y de lo que la Iglesia enseña. No forma parte de la obligación de ninguna persona respetable el condenar a una persona, o a una institución que no se ha escuchado -y eso es hoy precisamente lo que hacen muchos. El primer paso hacia la vida cristiana es sencillamente darle a Jesucristo una oportunidad de que se Le escuche.
(ii) Demandaba que las personas hicieran. El conocimiento sólo llega a ser pertinente cuando se traduce en acción.
Es perfectamente posible sacar sobresaliente en un examen de ética cristiana, y sin embargo no ser cristiano. El conocimiento debe convertirse en acción; la teoría debe materializarse en la práctica; la teología debe convertirse en vida. No tiene mucho sentido ir al médico, a menos que se esté preparado a hacer lo que nos diga. No tiene mucho sentido acudir a un experto, a menos que se esté preparado a poner en práctica su consejo. Y sin embargo hay miles de personas que escuchan la predicación de Jesucristo todos los domingos, y que tienen suficiente conocimiento de lo que Jesús enseñó, y sin embargo se esfuerzan poco o nada en ponerlo en práctica. Si queremos ser seguidores de Jesús en algún sentido que merezca ese título, debemos oír y hacer.
¿Hay alguna -palabra que incluya oír y hacer? Sí la hay, y es obediencia. Jesús demanda nuestra obediencia implícita. Aprender a obedecer es la cosa más importante de la vida. Hace algún tiempo se habló del caso de un marino de la marina real británica al que se impuso un castigo muy severo por quebrantar la disciplina. Tan severo fue el castigo que en algunos círculos civiles se creyó que había sido excesivo. Un periódico ofreció a sus lectores la oportunidad de manifestar sus opiniones. Uno de los que contestaron era un hombre que había servido varios años en la marina real. A él no le parecía que el castigo había sido demasiado severo. Creía que la disciplina era absolutamente esencial, porque su finalidad era preparar a las personas a obedecer las órdenes automática e incuestionablemente, y de tal obediencia podía depender la vida de una persona o de varias. Citó un caso de su propia experiencia: Iba en una lancha que estaba remolcando un barco mucho- más pesado en un mar encrespado. El barco iba sujeto a la lancha con un cable de acero. De pronto, en medio del viento y las salpicaduras llegó una única e insistente voz de mando del oficial a cargo de la lancha: «¡Abajo!» Inmediatamente todo el personal se tiró al suelo.
Precisamente entonces se rompió el cable del remolque, y sus trozos empezaron a azotar el aire como una serpiente loca de acero. Si se hubiera quedado de pie alguno de los hombres, no habría podido escapar con vida; pero afortunadamente toda la tripulación obedeció la orden automáticamente y nadie sufrió daño. Si alguno se hubiera puesto a discutir la orden o a preguntar sus razones, habría sido hombre muerto. La obediencia salvó vidas. Es una obediencia así la que Jesús demanda. Jesús asegura que obedecerle es el único cimiento seguro en la vida; y Su promesa es que la vida que se basa en la obediencia a El está a salvo, vengan las tormentas que vengan.

No hay comentarios: