SER FRAGANCIA DE CRISTO EN EL MUNDO


"FRAGANCIAS DE CRISTO"

SER FRAGANCIAS DE CRISTO ES ESPARCIR SU FRAGANCIAS DONDE ESTÉS
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QUE LA PAZ Y EL AMOR DE JESUS NOS SIGA HERMANANDO Y DERRAMANDO BENDICIONES A TODOS







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sagrado corazon de jesus

miércoles, 27 de julio de 2011

TENGO CONCIENCIA DEL TESORO ESCONDIDO EN MÍ? Mt 13, 44-52



“Donde está tu tesoro allí está tu corazón”. (Mt 6, 21)
La mejor enseñanza, verdadera y única sabiduría, viene de nuestro Señor Jesucristo, y El nos enseña la sabiduría que necesitamos para conquistar el Reino de los Cielos. En tres parábolas vivas, nos alienta a conmover la mente y el corazón a decidirse a dejarlo todo por el Reino.
Para “discernir el mal del bien”, (1R 3,9), se requiere de un corazón dócil, con capacidad de comprender que lo eterno es incomparable con lo transitorio.
Hacemos cuanto sea necesario para conservar, nuestra vida aquí en la tierra, y nos tenemos que preguntar ¿Cuánto necesitamos para asegurarnos la vida eterna?, ¿Qué estamos dispuesto hacer para ganar el Reino de los Cielos?, podemos responder la pregunta de Jesucristo: “¿Comprendieron todo esto?”
UN TESORO ESCONDIDO EN UN CAMPO
Jesús dijo a la multitud: El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. ¿Qué tesoro es tan valioso para vender todo lo que se tiene?, ¿Qué merece desprenderse de cuanto se posee para conseguir otro bien?, ¿Que hallazgo puede producir inmensa alegría?, no cabe la menos duda que lo que encontró el hombre tiene un valor inestimable, inmedible, y lo más grande en valor, es el Reino de Dios, y por el se puede renunciar a todo, y esta sería la mejor decisión tomada.
En efecto el que encuentra un tesoro como este, el Reino de los Cielos, debe dejarlo todo por él, y renunciar con alegría a lo que tiene terrenalmente, es indudable, que no podemos comparar los bienes terrestres con la posesión de Dios, “Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al Dinero” (Mt 6-24).
Jesús también nos agrega esta parábola; El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.
Ambas parábolas nos muestran que merece mucho la pena hacer un gran esfuerzo por conseguir algo muy valioso, como el Evangelio, como el amor de Cristo, como el Reino de Dios. Con fe, veremos que la valoración de la posesión de Dios, que es el tesoro que nos habla Jesús, no puede tener ninguna comparación.
Pero para poseer a Dios, debemos despojarnos de todo, especialmente de lo que no somos, y de mucho de lo que somos y de cuanto aprisiona nuestro corazón. Es decir, nuestros afectos a lo mundano, las inclinaciones frívolas, pasiones e instintos, esto es, todo cuanto nos impida la posesión de Dios. Si vaciamos el corazón de nosotros mismos, este podrá ser ocupado por Dios.
Un muy buen negocio nos propone Jesús, el mejor de los trueques, un intercambio o entrega de cosas de poco precio, por otras valiosísimas, es así, como nos pone el ejemplo de un negociante, para indicarnos que es un hombre que conoce el valor de las cosas, y se desprende de todo por una perla fina.
Es así, como nos invita, pero también nos condiciona, que para la adquisición del Reino de los Cielos, tenemos que renunciar con alegría a todo, porque la renuncia a lo material tiene el mejor de los premios, como es la posesión de Dios.
Y nos alegramos, porque Jesús nos motiva a desprendernos de bienes transitorios e inferiores. También estamos contentos porque esta es una invitación que nos permite una reflexión y no sobrevalorar bienes que en nada aportan para hacernos de esa perla preciosa, que es la palabra de Jesús, que es la Gracia del Señor, es la joya que nos permitirá conseguir el Reino de los Cielos.
Jesús, en diversas parábolas nos ha enseñado que en el campo que él siembra, es en corazón de los hombres, porque allí es la morada predilecta del Señor. Salgamos al encuentro del tesoro, con la contemplación, la meditación, la lectura de los Evangelios, la reflexión intensa sobre Dios, y guardémosle como un tesoro en el corazón. “Donde está tu tesoro allí está tu corazón”. (Mt 6, 21)
TENGO CONCIENCIA DEL TESORO ESCONDIDO EN MÍ?
Mt 13, 44-52


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